Columna de Josefina González
ARTISTA
instagram: @beibijosephine
Tengo 38 años y un Síndrome de Peter Pan asumido y compartido por mis compañeros de casa y por un gran número de mis amistades. Me dedico a las artes y quizás por eso es que me ha costado años de psicoterapia encontrar un equilibrio entre crecer y madurar y no perder la niñez interna. Culpo a la sociedad occidental por este miedo fatal que siento a envejecer, a que el cuerpo ceda y la piel empiece a mostrar las huellas del tiempo. Aun así, últimamente he estado intentando hacerme cargo de mi propio fetiche juvenil y de cómo resignificarlo.
La visión que tengo actualmente del mundo, luego de años de intensa adultez, llena de porrazos, errores y heridas, no la transaría por una vuelta a la inocencia. Dorian Gray no cabe en este intercambio que estoy viviendo con el tiempo, aunque es innegable que hay un terror pesado a dejar la juventud, incluso entre quienes nos sentimos contraculturales o nos creemos y posicionamos como personas críticas de las ideas sistémicas. Hay una banda chilena de integrantes muy jóvenes que se llama “Confío en tus amigos”, y yo confío mucho en los míos, pero también me hace pensar en algo que me importa mucho y que es la razón por la que decidí escribir esta columna. Confío ciegamente en las juventudes. El cambio de paradigma de pasar del “los jóvenes son el futuro” a “les jóvenes son el presente” y todo lo que eso ha implicado en cuanto a movimientos sociales, cuestionamiento al binarismo, capacidad de entender todo de nuevo, de volver a mirar cómo nace una flor, desde la revolución pingüina hasta los nuevos cuestionamientos de género, han chorreado felizmente a mi generación también.
Cuando estudié arte en la universidad pasé por un período de obsesión con algunos autores que vanaglorian la juventud; Mike Kelley, Larry Clark, la narrativa del rock and roll llevada a la visualidad y mucho autor de cómic. Siento hoy en día que es súper poco latinoamericano hacer eso y creo que actualmente quiero menos Youth y más Barrio Franklin. ¿Quiero? Quiero, pero hay algo de la condición humana y que tiene que ver con la capacidad lúdica de la infancia y la manoseada rebeldía adolescente que no me suelta. Tengo 38 años y estoy armando una banda de punk, me compro ropa de Bob Esponja, rehúyo lo más posible de las responsabilidades de la mediana edad, me gusta jugar y dibujar y creo que las normas establecidas se pueden cambiar. Aprendí con los años a evitar las conductas impulsivas y de riesgo propias de las primeras edades, pero no tanto. ¿Qué es ser joven? Pienso que ser joven es querer siempre inventarlo todo de nuevo y ese peligro no lo voy a abandonar por nada.